Nos Mar, Nos Komunidadi
Nos Mar, Nos Komunidadi
''Nos Mar, Nos Komunidadi' (del kriolu caboverdiano, 'Nuestro Mar, Nuestra Comunidad') es un proyecto fotográfico que explora el día a día de los trabajadores y trabajadoras que mantienen viva la pesca artesanal en Cabo Verde, con especial atención al barrio de Achada Grande, en la ciudad de Praia. Surgido en 2023 de un encuentro entre el fotoperiodista Alex Basha y el Proyecto Família di Mar, el reportaje nos lleva de forma discreta al mundo de la pesca artesanal en la isla de Santiago, un oficio vinculado a su vez a otros "micromundos" construidos en torno a relaciones y rituales cotidianos propios de este pequeño país insular.
Las imágenes nos embarcan junto a varios marineros en el litoral de la capital caboverdiana para ver de cerca el sedal que corre entre las manos de aquellos que pescan desde la infancia; nos permite acompañar a Djusta por Achada Grande, su barrio, cuando temprano compra el pescado para venderlo a pie de calle; y nos hace perdernos en el pensamiento de quienes pasan largos momentos contemplando las aguas del Atlántico frente a las costas de África occidental.
Publicado y expuesto por primera vez en junio de 2023, en el Palácio da Cultura Ildo Lobo de Praia, 'Nos Mar, Nos Komunidadi' es un homenaje a todas las mujeres y hombres que trabajan y subsisten del oficio de la pesca artesanal en Cabo Verde. Un homenaje a las personas que mantienen viva una de las profesiones más sacrificadas, a fin de que su trabajo sea reconocido y valorado.
Proyecto Familia di Mar
Familia di Mar es un proyecto surgido en enero de 2022, financiado por la Cooperación Española y desarrollado por las ONG Coopera y África 70. El objetivo es mejorar la calidad de vida de la comunidad de los barrios de Achada Grande Frente y Tras, en la ciudad de Praia, a través de una gestión sostenible de la pesca artesanal. Para ello, se ofrece formación en nuevas técnicas, acompañamiento en la gestión de las asociaciones del sector y se abordan temas transversales como la igualdad de género y la sostenibilidad ambiental, promoviendo el desarrollo de la "economía azul". Del total de pescadores en activo, según el Instituto Nacional de Estatística (INE) de Cabo Verde, menos del 20% acreditan algún tipo de formación formal en la materia.
Identidad atlántica
Frente a las costas de Senegal y Gambia, al sur del archipiélago canario, se encuentra uno de los países más pequeños de África: Cabo Verde. Este estado insular está compuesto por diez islas volcánicas, nueve de ellas habitadas- y varios islotes, con una población total que apenas roza el medio millón de habitantes. Desde su independencia de Portugal en 1975, Cabo Verde ha experimentado un notable desarrollo económico, aunque las difíciles condiciones climáticas y su dependencia del exterior han limitado ese crecimiento, dando lugar a una gran diáspora.
En el archipiélago, las lluvias solo se hacen notar durante dos o tres meses al año. La mayor parte del terreno es escarpado, con apenas un 10% de las tierras aptas para el cultivo, y la naturaleza árida de la región -agravada por los efectos del calentamiento global- dificulta el acceso a recursos esenciales, particularmente en las islas orientales. También la escasez de precipitaciones es cada vez más acentuada, y a pesar de la riqueza del suelo volcánico, la agricultura más allá de los cultivos tradicionales —maíz, frijol, patata, caña de azúcar y algunos frutales— es muy limitada. Este contexto obliga al país a importar una buena parte de sus alimentos, así como muchos otros productos que no se fabrican debido al escaso tejido industrial. Sin embargo, el mar siempre ha ofrecido una fuente de sustento a sus habitantes
En el puerto de Tarrafal, al norte de Santiago, un grupo de peixeiras -vendedoras de pescado- comienza su jornada tras la llegada de los pescadores. En el muelle de este pequeño pueblo, temprano, cargan sus barreños con las capturas recién traídas para venderlo durante el resto del día.
Como sucede en el resto de la Macaronesia, Cabo Verde tiene una relación íntima con el océano, tanto en términos económicos como culturales. El Atlántico cubre el 99% de su territorio y dota al país de más de 1.000 kilómetros de litoral, pero también exige una dependencia del transporte marítimo para garantizar la conexión entre islas y la comunicación de su población, muy habituada a trabajar fuera de su lugar de origen, especialmente en las islas más pequeñas y áridas. El archipiélago cuenta también con una Zona Económica Exclusiva (ZEE) de 730.000 km² donde se ubica uno de los caladeros de pesca más valorados de la región, aunque la explotación nacional representaba, en 2023, menos del 1,3% del PIB, según datos del INE de Cabo Verde.
Más allá de las cifras, la pesca -en esencia, artesanal- es de vital importancia en la alimentación y el sustento de su población. No solo es fundamental como motor económico y fuente de empleo local, sino que representa un rol principal en la dieta local y limita la dependencia de productos del exterior, mucho más caros y con altos sobrecostes de transporte. Además, los recursos pesqueros suponen más del 80% de las exportaciones totales de mercancía, siendo España uno de los principales destinos.
El pescado es uno de los alimentos básicos de la dieta caboverdiana y está presente en casi todos los platos, habitualmente acompañado de arroz o legumbres, pero también frito, asado o seco.
Un grupo de pescadores del barrio de Achada Grande, en la ciudad de Praia, se prepara para salir a pescar.
Aun entendiendo su importancia, la producción pesquera es modesta en comparación con la de otros países de la región, debido en parte a la geografía del archipiélago, que cuenta con aguas profundas poco favorables para la pesca tradicional. A su vez, la sobreexplotación de las grandes pesquerías extranjeras tiene un efecto directo sobre las capturas locales y el daño a los caladeros supone una grave amenaza a la sostenibilidad del sector en toda la región del Atlántico oriental. En islas como Maio, la población se está viendo obligada a emigrar y a buscar otras oportunidades debido a la escasez de peces por el impacto de los grandes buques.
La isla de Maio, al oeste de Santiago, es una de las más desérticas y menos pobladas de todo el archipiélago. Por su escaso desarrollo turístico, la ganadería y la pesca siguen siendo actividades de gran importancia para el sustento de muchas familias.
De la pesca artesanal a la semi-industrial
Históricamente, la pesca artesanal ha sido el motor del sector, con pequeñas embarcaciones de madera y técnicas tradicionales. Sin embargo, en los últimos años, la pesca semi-industrial ha ganado protagonismo. Según el INE de Cabo Verde, solo el 8% de las embarcaciones son semi-industriales, pero estas representan el 60% de la actividad total, relegando la pesca artesanal -con un 82% de los empleos del sector- a un segundo plano. Aunque el número de embarcaciones semi-industriales es bajo en comparación, su productividad es mucho mayor en comparación con el número de trabajadores empleados.
Tras picar el anzuelo, este gran pez sierra (Acanthocybium solandri) de más de un metro de largo es atraído hasta la embarcación. Desde fuera del agua, uno de los pescadores utiliza un arpón manual para pescarlo y subirlo al bote.
Una de las técnicas de pesca más comunes consiste en usar un hilo de nailon y un anzuelo junto a un trozo de madera u otro utensilio similar en el que poder enrollarlo, recogiéndolo con las manos, como hacen estos pescadores en la costa de Praia. A veces también se utilizan cañas naturales de madera para poder lanzar más lejos el sedal.
Este cambio de modelo ha generado tensiones y desigualdad para un colectivo que ya experimentaba condiciones laborales muy precarias. Una de las razones es la distancia institucional entre las autoridades gubernamentales y las comunidades de pescadores tradicionales, cuya infrarrepresentación aumenta la brecha. Esta vulnerabilidad se traduce en la dificultad de acceder a los bienes esenciales, una alta tasa de pobreza y una creciente inseguridad alimentaria. Todo lo anterior dificulta su integración en las nuevas políticas del gobierno, sobre todo en las relacionadas con la "economía azul" cuyo objetivo es proteger los recursos marinos y maximizar los beneficios de quienes dependen del mar.
La mujer caboverdiana y su papel esencial
La discriminación y los roles de género también están presentes en este oficio. Las mujeres caboverdianas desempeñan un papel fundamental en la cadena productiva de la pesca artesanal, aunque su contribución a menudo pasa desapercibida. El predominio masculino sitúa a los hombres —como pescadores— en la parte superior de una jerarquía de poder y control en la industria pesquera, centrada principalmente en la captura. Por otro lado, las mujeres, en su mayoría dedicadas a la venta ambulante del producto, son relegadas a funciones como la transformación del pescado y su comercialización, además de asumir las tareas domésticas en las familias de pescadores. Este rol, tan esencial como desapercibido, conlleva que se desvalore e invisibilice su aporte en la sostenibilidad del sector.
Una trabajadora del complejo municipal de pesca se ocupa de la venta de las capturas recién traídas.
Vendedoras esperando a comprar su producto en el muelle pesquero.
Según los datos más recientes del INE de Cabo Verde, el 99.8% de los trabajadores en la pesca artesanal son hombres, mientras que solo el 0.2% son mujeres. Sin embargo, ellas son responsables del 86% de las ventas totales de pescado. Esta disparidad de roles crea una significativa diferencia de género en cuanto a los beneficios económicos obtenidos de la pesca. Además, en el sector del procesado y conserva de pescado representan tan solo un 16%, una actividad importante en la cadena productiva y principal fuente de empleo en la isla de São Vicente, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
A pesar de estos desafíos, se percibe un cambio gradual. En el barrio de Achada Grande, en la ciudad de Praia, las mujeres involucradas en la cadena productiva asumen una gama más amplia de roles, que incluyen procesado, comercialización, distribución e incluso gestión de barcos. Además de estas responsabilidades laborales, son las principales proveedoras de sustento para sus familias, asegurando el bienestar de sus hijos y otras personas dependientes. Muchas de estas mujeres comienzan en esta profesión desde la adolescencia, convirtiendo su participación en la industria pesquera en un acto de empoderamiento frente a las adversidades sociales y económicas.
Achada Grande, en la ciudad de Praia, es uno de los barrios que conforman la capital de Cabo Verde. Su cercanía a la costa y al puerto pesquero hacen que aquí se concentre una buena parte de los pescadores y peixeiras de la ciudad. Es, también, el lugar donde se desarrolla el proyecto Familia di Mar, ejecutado por la ONG Coopera.
El complejo de pesca municipal o cais -muelle, en portugués- es el principal punto de distribución de pescado de la ciudad. En este lugar, las peixeiras compran el producto temprano y comienzan a venderlo por el resto de barrios de la ciudad.
El desafío de la economía azul
En los últimos años, el gobierno de Cabo Verde ha impulsado políticas orientadas al desarrollo de la economía azul, un modelo que busca garantizar la sostenibilidad de los recursos marinos mientras fomenta el crecimiento económico. No obstante, la implementación de estas políticas ha sido compleja, especialmente para un colectivo que, debido a su falta de representación institucional (se calcula que no más del 12,5% está inscrito en el Instituto Nacional de Previdencia Social - INPS), a menudo se ve excluido de las decisiones que afectan directamente a su medio de vida.
Al atardecer, la cara oriental de la isla de Santiago deja ver el perfil escarpado del territorio. El Pico da Antonia, que puede observarse en la imagen, es el punto más elevado de toda la isla, con 1394 metros de altitud.
La economía azul tiene el potencial de proteger el medio marino y asegurar la sostenibilidad a largo plazo, pero su éxito dependerá de la capacidad del gobierno de integrar a todas las partes involucradas, en particular a aquellos cuyo único medio de vida es el mar. Cabo Verde, con su extensa ZEE y su profunda relación con el Atlántico, tiene la oportunidad de ser un ejemplo de desarrollo sostenible. Sin embargo, el futuro del sector artesanal dependerá de una gestión correcta de los recursos pesqueros, de la capacidad del país de adaptarse a los nuevos retos medioambientales y de la protección de sus trabajadores, responsables de mantener viva una tradición y un oficio en riesgo de desaparecer.
Mar y Comunidad
Si existen dos palabras capaces de definir al colectivo de pescadores y peixeiras de este pequeño país africano son, sin duda, "mar" y "comunidad". La sociedad caboverdiana, pero más específicamente la que se dedica en cuerpo y alma al océano, no podría entenderse sin estos dos conceptos. Por ello, a través de este reportaje, 'Nos Mar, Nos Komunidadi' rinde homenaje a quienes hacen perdurar una profesión tan dura como esencial. A aquellos que se levantan en mitad de la noche y se lanzan al Atlántico, que a tantos otros compañeros se ha llevado, y a aquellas que pasan los días al sol hasta la última hora de la tarde. Auténticos héroes y heroínas que, con sus pequeñas barcas de madera y barreños de plástico, consiguen traer un plato de comida a casa tras horas de esfuerzo y sacrificio.