Lo siento, pero el clic derecho está desactivado.

Toñi López: “¿Se ha acabado el hambre en el mundo? Mientras siga habiéndola, hay que continuar”

Toñi con niños en Nioro, Mali / Fotografía: Raúl Carmona

A raíz de la presentación de Ecos de África en la Facultad de Periodismo de la UCLM el pasado 7 de abril de 2015, decidí complementar el proyecto con una entrevista que nos muestra la perspectiva de Raúl Carmona y Toñi López, antiguos miembros del Colectivo de Apoyo al Inmigrante de Albacete y de la Asociación Diatikiya Lolo, colaboradores incondicionales con numerosos grupos de distinta procedencia, tanto en nuestro país como en África.

¿Cuándo y de qué manera comenzasteis a participar en proyectos de ayuda humanitaria?

T: En el año 2006, nuestra hija Marta ya trabajaba como educadora social en pisos de inmigrantes, concretamente en el barrio de La Milagrosa, más conocido como “las 600”, en la ciudad de Albacete.

R: Marta nos pidió ayuda con un muchacho maliense, Adama Keita, al que detectaron un cáncer de hígado en fase terminal. En un principio, agilizamos los procesos para que los médicos le diesen un diagnóstico lo antes posible y, cada vez más, nos fuimos involucrando.

¿Qué ocurrió con él? ¿Hasta qué punto os implicasteis?

T: Lo único que la medicina podía hacer por Adama era un tratamiento paliativo para aliviar el dolor. El joven llevaba cuatro años en España, sin papeles y además no sabía hablar muy bien español. Le preguntamos si quería quedarse aquí en España o prefería volver y, por supuesto, escogió lo segundo. Como no había dinero, decidimos hacer una campaña con la finalidad de recaudar fondos y poder pagar su billete de avión, pero el llamamiento fue tan grande que, además, consiguió dinero para vivir allí durante un tiempo. En diciembre de 2006 cogió el vuelo y nosotros ahorramos para visitarlo durante doce días en 2007, aunque ya nos lo encontramos bastante deteriorado. Era una persona sin recursos, con cuatro hijos y una esposa a los que iba a dejar desamparados. Luchó contra la enfermedad un año y, mientras tanto, le mandábamos medicinas y dinero con ayuda de muchas personas: mi hermana, gente de la familia, amigos y conocidos… Afortunadamente siempre hemos contado con personas que han querido ayudar, pero la gente pregunta que hasta cuándo. Yo les respondo “¿Se ha acabado ya el hambre en el mundo? Mientras siga habiéndola, hay que continuar”.

Diatikiya Lolo
Kumba y Adama. Bamako, Mali / Fotografía: Raúl Carmona
Es una historia muy dura y emocionante. ¿Cómo fue la experiencia de viajar a África?

R: En 2007 visitamos Mali con Marta, que tendría unos 26 años, su novio y nuestro hijo Daniel, que tenía 13. Antes de viajar al extranjero te informas un poco sobre la situación del lugar que vas a visitar. Sabes que es una zona muy pobre, sin recursos, y al principio asusta un poco. Nada más llegar, la gente se te echa encima y no sabes muy bien para qué, hablando un idioma tan ajeno como lo es el bámbara. Por suerte, también venía con nosotros un íntimo amigo de Adama, al que le pagamos el viaje. Según pasan los días, vas “cambiando el chip”; te das cuenta de las necesidades que tienen allí y de los caprichos que tenemos aquí. Luego, además, conocimos a personas muy abiertas y amables, que te ofrecían lo que tenían. Pese a que la despedida fue desgarradora, vivimos una experiencia muy bonita y conmovedora.

T: Saber que no volveríamos a ver a Adama nos encogía el corazón. Después de todo lo que habíamos pasado juntos ya era parte de nuestra familia. Marta empezó a escribir un diario precioso sobre lo que había experimentado en España y lo que estaba descubriendo en África y yo lo continué.

Raúl Carmona Ecos de África
Raúl y bebé. Siracoro, Mali / Fotografía: Toñi López
El choque cultural es inmenso. Tras el regreso, ¿cambió vuestra visión sobre las personas que conocíais ya en España?

T: Allí comprendes muchas cosas, como que aquí no sepan limpiar los cristales o el baño. ¿Cómo lo van a saber si allí las casas no tienen cristales, ni azulejos, ni suelo? Entonces te das cuenta de lo que es aquello y lo que es esto; te das cuenta de lo que les puedes exigir a ellos y enseñarles aquí. La única diferencia de un africano con un europeo es el haber nacido aquí, la inmensa suerte que tiene el segundo de haber nacido a un palmo de distancia en el mapa. La experiencia fue tan dura que no podíamos quedarnos de brazos cruzados y decidimos, tras la muerte de Adama Keita, hacernos cargo de su mujer, Kumba, y sus cuatro hijos.

Puesto que la mayoría de los proyectos sociales no están financiados, ¿cómo habéis hecho para poder afrontar todos esos gastos?

T: Gracias a las donaciones y a diferentes eventos que se han organizado, como concursos y recaudaciones, además de nuestro propio dinero. En 2008 conseguimos cerca de 2000€ que empleamos en la compra de un terreno para construir la casa de Kumba en África, que se terminó en 2012. La gente contactaba con nosotros directamente para saber qué estábamos haciendo y, de ese modo, se implicaban. “Toma, 100€. 50€. 20€”. Recaudamos todo ese dinero para emplearlo allí, tanto en ayudar a Kumba como en otros proyectos.

Toñi López Ecos de África
Toñi y bebé. Yunfran, Mali / Fotografía: Raúl Carmona
¿Qué implica ser pobre en un país tercermundista? Además de los recursos imprescindibles para vivir, como el alimento o la vivienda, ¿cuentan los africanos con otros gastos que aquí no tenemos?

T: En el año 2010, cuando empezamos a levantar los muros de la casa de Kumba, preguntamos por curiosidad sobre el salario a los albañiles. Su sueldo era de 2,5€ diarios, trabajando de sol a sol sin descansar; no paraban ni para comer, si acaso para tomar un té de trago. Pueden encontrarse con imprevistos, sobre todo de salud, pero con la precariedad laboral que experimentan no tienen la posibilidad de costearlos.

R: Además, allí no existe la seguridad social. Si vas al hospital y el médico te diagnostica, aparte de comprar las medicinas a un precio altísimo, también tienes que pagarle por su trabajo. La malaria, por ejemplo, se puede curar con tan solo 50€, pero imagina que no los tienes. Es más, imagina que es tu hijo el que la padece y no tienes el dinero para comprar la medicación: se acaba muriendo.

T: Así de simple. En África, un profesor de instituto puede ganar alrededor de 65-70€ mensuales. En España, la gente trabaja durante diez días en el campo y consigue 300€. Alquilan una habitación y con cien la pagan, gastan otros cincuenta en comer y mandan allí el resto. Para la familia es la salvación: con 150€ comen treinta personas a base de arroz o mijo y algo de carne, y todavía les queda dinero para algún imprevisto. Luego nos preguntamos que por qué vienen.

Raúl Carmona Diatikiya Lolo
Vecinos de Gogui, Mali / Fotografía: Raúl Carmona
¿Hay otros factores que contribuyen a empobrecer a los habitantes?

R: Sobre todo la corrupción generalizada: desde un policía de calle hasta el más alto cargo del gobierno. Sólo por ir andando por la ciudad puede pararte un policía y reclamarte dinero, más aún si eres turista. La corrupción está generalizada, pero no sólo en Mali, sino en toda África. En el año 2010 viajé con una furgoneta llena de medicinas, ropa y comida desde España hasta Bamako, capital de Mali, y sólo en sobornos perdí unos 2000€. No tenía ni para comer los cuatro días que tenía que esperar a Toñi. Afortunadamente, contaba con conocidos y amigos que me ayudaron.

T: No merece la pena. A Kumba le mandamos maletas con ropa para sus hijos, calzado, utensilios de aseo, jabón o leche en polvo, entre otros. La mayor parte de las veces te abren las maletas, te las dejan a la mitad o, directamente, desaparecen.

¿Qué formas tienen los inmigrantes africanos de llegar a España, aparte de la vía marítima y el cruce ilegal de la frontera? ¿Es asequible para un núcleo familiar?

T: Hay mil maneras de intentar llegar a Europa y las están buscando todas. Hay gente que llega a España con su visado de turista pero en Mali particularmente, para conseguir un visado, tienes que pagar cantidades altísimas y sobornar a mucha gente, además de pagar el vuelo. Por una cantidad algo menor, las mafias los embarcan en una patera o los transportan en camiones a través del desierto. Van a seguir viniendo aunque intenten cercar todas las fronteras. No tienen nada que perder y por mucho que les expliques y les digas como está la situación aquí, no se lo creen. En 2008, el Colectivo de Apoyo al Inmigrante nos dio 300€ para contarlo en la televisión de Mali, pero no quisieron vendernos un espacio.

“Hay mil maneras de llegar a Europa y las están buscando todas”

R: Cuando intentas explicarle a una persona africana que España está muy mal, que no hay trabajo, sólo se preguntan por qué todos están yendo allí. También hay mucha gente que aquí no tiene ni para comer, pero por orgullo no lo cuentan en su país de origen. Al final, muchas familias acaban vendiendo todo lo que tienen para conseguir los 2000-3000€ que las mafias cobran por trayecto y enviar al más espabilado. Aun así, hay gente que ha sido deportada y lo ha vuelto a intentar, aunque con Mali no existe ese convenio y si llegan, acaban pululando por ahí tras pasar por los centros de internamiento, indocumentados.

Una vez aquí, necesitan el famoso “permiso de residencia” que limita su estancia legal por un periodo de tiempo. ¿Cómo pueden obtenerlo?

T: El permiso de residencia se consigue con la firma de un contrato laboral de un año, y es prolongable siempre que puedan acreditarse tres años de residencia en España. Intentamos concienciarles de que es importante conservar cualquier vestigio que justifique su estancia, como facturas de compra o recetas médicas, para luego presentar todo en la subdelegación. Tras llevar un año de forma legal en el país pueden renovar por otros dos, de nuevo por dos y luego por cinco, siempre presentando un contrato laboral o justificando que has estado buscando empleo. Es difícil pero hay gente que después de 12-15 años acaba consiguiendo la doble nacionalidad.

Raúl Carmona Ecos de África
Raúl con niños en Nioro, Mali / Fotografía: Toñi López
Ahí entráis vosotros. ¿De qué manera les ayudáis a mantener su estancia en España?

T: Mi hermana Amparo trabaja en el juzgado y les ayuda a preparando y revisando la documentación para que todo esté en orden. y sabe exactamente qué necesitan. Nosotros intentamos ayudarles a buscar empleo pero es muy complicado. Ni siquiera en el campo hay cosecha que dure un año. Raúl y yo somos sanitarios y en ese ámbito podemos ayudarles con los recursos que tenemos. Contamos con profesionales que también se involucran, a nivel muy personal y anónimo.

¿Cómo es posible subsistir con tan pocos recursos en España?

R: Viviendo al límite y con lo mínimo. Normalmente, comparten pisos baratos y juntan algo de dinero para las comidas. Suelen alimentarse a base arroz con un poco de salsa de cacahuete, algo de carne y cebolla y ajos que compran a bajo precio durante las campañas. El poco dinero que les sobra lo mandan a sus familias.

T: Habitualmente, tampoco son fumadores ni consumen alcohol. Gastan lo mínimo; eso sí, se visitan entre ellos, hablan de sus familias o comen juntos. Hay también muchas parroquias que ayudan a gente sin recursos, sobre todo con alimentos, y organizaciones como Cruz Roja o el Banco de Alimentos.

Y con respecto a las ayudas económicas para sufragar esos gastos, ¿han disminuido con la crisis?

T: En el 2008, cuando comenzamos con la Asociación Diatikiya Lolo, había muchísimas ayudas de bancos y asociaciones. Se impulsaron talleres de percusión y de informática, donde Raúl participaba, clases de castellano; donaron pupitres, sillas y pizarras, se repartía ropa y comida… Resistimos durante dos años, pero hace ya más de cinco que se acabó por completo. Agonizábamos para pagar el alquiler y tuvimos que cambiar de local, que ya lo pagábamos totalmente de nuestra cuenta, con ayuda de familiares, amigos y conocidos. Pudimos mantenerlo durante otros dos años, pero la gente se cansa, se acaban las ayudas y llega el momento en que tu economía no te permite seguir.

Pese a la falta de recursos a nivel general, se siguen haciendo cosas. ¿Cómo está el panorama de la ayuda humanitaria en Albacete? ¿Ha influido la política?

T: Gente como nuestra amiga Carmen Paino da cursos de música, junta dinero con el que se pagan vacunas, alquiler de habitaciones y reparaciones en los pisos, tanto en España como fuera. El Colectivo de Apoyo al Inmigrante ahora tiene El Pasico, una residencia para inmigrantes, y también ayuda en los asentamientos. Cada uno hace lo poquito que puede, pero vamos a ser sinceros: desde que llegó el PP al gobierno se acabó lo social, por completo.

R: Aquí no ha subsistido ninguna organización, ninguna entidad. Las únicas que han sobrevivido y están trabajando muy bien han sido ACCEM, Mensajeros de la Paz, Cruz Roja o Médicos Mundi. Las organizaciones pequeñas han desaparecido. Además, es curioso que a la hora de cualquier reportaje, cualquier entrevista o cualquier fotografía siempre hay mucha gente que lo único que le interesa es aparecer en la foto, pero después se esfuma. Está todo muy politizado.

Ecos de África
Aminata, de la serie ‘Ecos de África’ / Fotografía: Alex Basha
¿De qué forma puede echar una mano una persona que está dispuesta a ayudar? ¿Qué le aconsejaríais?

T: Creo que existen muchas formas de ayudar, pero hay que tener muy claro que ser voluntario significa comprometerse. Si alguien decide ser voluntario debe saber que no es una obligación, pero sí un compromiso personal y constante. Además, hay muchas maneras de ayudar y no todas implican un gasto económico. Las personas que han dejado su país pasan por momentos en los que se sienten muy solos. Ir a una casa donde sabes que lo están pasando mal y sentarse a hablar con ellos, ofreciendo tu compañía, o hacerles ver que estás ahí cuando lo necesitan. Ese es el mejor apoyo.

R: Si de verdad alguien quiere ayudar siempre descubrirá el dónde y el cómo. Por desconocimiento, al principio uno no encuentran su lugar, pero ayudar es dar buenos consejos, ofrecer tu compañía, estar cuando te necesitan. Ese simple apoyo es lo más grande que te puedes encontrar fuera de tu país y de tu casa, apoyo de persona a persona. En casa no ha sido complicado y nuestros hijos han sido muy comprensivos y al final han acabado involucrándose.

T: Una vez que empiezas a ayudar, pasas mucho tiempo en ello. Llega un momento en que piensas que tienes que parar porque tu familia también te necesita pero claro, cuando alguien te pide una manta, ¿cómo no le vas a buscar una manta? Hay veces que tienes que decir que no, pero yo no me lo puedo quitar de la cabeza: podría ser cualquiera de tu familia y lo que más desearía entonces sería que alguien estuviese ahí, dándole su mano.

Leave a comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.